martes, 26 de mayo de 2009

Enigma 1 - La coartada

El detective Olaf Kellbjön se levantó pesadamente de su poltrona exhalando un suspiro, lanzó una última mirada a la linda rubia de la pantalla del televisor y se dirigió a la puerta de su piso.

- Dígame, ¿qué puedo hacer por usted? – preguntaba poco después al hombre que se hallaba ante la puerta, el cual hacía girar con nerviosismo el sombrero entres sus manos.

- Me llamo Sven Oxter. Desearía hablar con el señor Kellbjörn…

Olaf Kellbjörn le invitó a entrar con un además cortés y manifestó:

- Constituye para mí un gran placer recibir visitas pasadas las diez de la noche.

El visitante se mostró compungido:

- Sé que es demasiado tarde… Sin embargo, sólo usted puede ayudarme.

Kellbjörn inclinó la cabeza.

- Es una afirmación poco convincente – dijo-. Siempre habrá en Estocolmo un centenar de detectives dispuestos a investigar por dinero hasta un caso de hormigas con franjas amarillas. Bien…, tome usted asiento, beba un trago de mi whisky y cuénteme dónde le aprieta el zapato, señor Oxter.

Transcurrieron casi un par de minutos antes de que Oxter iniciara su relato. Y halló un buen oyente en el mejor detective de Estocolmo.

- Soy el administrador de las cantinas y del casino de Industrias Dagström. Tenemos más de cuatro mil empleados. De mí dependen las dos cantinas de las grandes sucursales, así como la cantina y el casino de la central. Todos los viernes por la tarde, entre las seis y las siete, las oficinas exteriores liquidan sus cuentas conmigo. Así ocurrió ayer, viernes, y guardé el dinero en mi caja fuerte bajo llave, como lo vengo haciendo desde siempre.

Kellbjörn interrumpió:

- ¿Vive usted en el recinto de la empresa?

- Sí y no. Mi vivienda está enclavada en los terrenos de la empresa, pero además tengo acceso directo a ella por la carretera de Kjölberg-Gatan… Mi mujer se halla estos dias con unos parientes en Götegorg, de modo que me veo obligado a comer fuera. Salí de casa hacia las 20 horas para cenar en la ciudad, en el Hotel Zanzíbar.

Kellbjörn esbozó una alegre sonrisa.

- Un lugar muy selecto – comentó-, con una excelente cocina. Cuando estoy bien de fondos, también yo como allí. De todos modos, ¿no le resulta bastante complicado, llegar al Zanzíbar desde su domicilio?

Sven Oxter se encogió de hombros:

- Regular – contestó -. Con el coche tardo media hora. ¿Qué no haría uno por una buena cocina?

Kellbjörn asintió con la cabeza:

- Muy cierto. Pero no quería interrumpirle. Continúe su relato, por favor.

A Oxter le resultó bastante difícil atender a este requerimiento. Al fin, pareció sobreponerse, y prosiguió:

- Normalmente, a última hora recorro todas las secciones una vez más… Al llegar al despacho principal del casino sentí como si me alcanzara un rayo. La caja fuerte había sido forzada.

Kellbjörn alargó a su cliente la botella de whisky:

- Tome un trago –le invitó-, esto le ayudará. ¿Recuerda qué hora era cuando llegó al despacho principal?

Oxter apenas si tuvo que meditar la contestación:

- Sí, eran las 21,15 horas… Lo recuerdo con tanta exactitud porque quería llamar a la policía…

Kellbjörn cortó:

- ¿Y por qué no lo hizo?

El administrador tragó saliva, inquieto:

- Porque… porque entonces…, entonces se habría puesto en evidencia que me había olvidado de cerrar el despacho pincipal… ¡Maldita sea! Es verdad: lo olvidé, señor Kellbjörn. Nunca me había ocurrido…

A continuación, Oxter sacó de su bolsillo una hoja d epapel doblada.

- Aquí –dijo- he anotado para usted los nombres de las personas eventualmente implicadas en el robo… Son personas que conocen al dedillo todos los departamentos de la empresa, y sabían que la caja fuerte contenía casi 40.000 coronas.

El detective tomó el pliego de papel y echó un vistazo a los nombres. Luego preguntó:

-¿Está usted seguro, señor Oxter, de que todo ocurrió exactamente tal como me lo ha contado?

Oxter se puso una mano en el pecho y exclamó, acalorado:

-¡Todo! No me he equivocado ni en un solo detalle, tanto por lo que respecta a las horas como a los nombres anotados… Pero, ¿qué se propone usted con el teléfono?

Kellbjörn sonrió con amabilidad:

- Estoy llamando al inspector Orldag. Seguro que va a amaldecirme…, pero vendrá, de todos modos. Y entonces se aclarará con usted acerca de su especie de coartada, querido señor Oxter. Pues tengo la ligera sospecha de que las citadas 40.000 coronas han ido a parar a su bolsillo… Tómeselo con calma. Beba un trago más de mi whisky. El inspector Orldag llegará pronto.

¿Cómo advirtió el detective que el administrador trataba de endosarle un puro cuento?

1 comentario:

  1. Solución:

    Oxter empleaba 30 minutos en el recorrido hasta el restaurante. Según su propia declaración, abandonó su domicilio hacia las 20 horas y descubrió el robo alrededor de las 21.15 horas. En consecuencia, sólo dispondría de 15 minutos para encargar el menú, comer y descubrir el robo. Lo cual resulta imposible.

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