domingo, 25 de marzo de 2012

CONTRASTES 12-12

lunes, 3 de octubre de 2011

CONTRASTES 1-12

Amaia Uranga vs Amaia Montero

Empezando de nuevo...

Hola!!


Después de una larga ausencia de este blog, volvemos de nuevo para compartir los programas de Tular Irratia con todos vosotros.

¡¡Bienvenidos!!

martes, 26 de mayo de 2009

Enigma 4 - Pasajero sin billete

A toda velocidad se desliza sobre los carriles el expreso nocturno Amsterdam-Colonia. Como una exhalación se suceden las luces de las ventanas iluminadas o las centelleantes farolas del alumbrado público.

Son las 23.15 horas.

El expreso ya ha dejado atrás Hilversum y Utrecht, y en este instante atraviesa zumbando la estación de Doorn. En su mayoría, los pasajeros leen o duermen, y sólo unos pocos tratan de descubrir algo del paisaje sumido en la oscuridad.

Un hombre envuelto en una trinchera verde aceituna se introduce en el pasillo del coche de primera clase, no sin antes cerciorarse, con una rápida ojeada, de que allí no hay nadie.

Sin detenerse, pasa revista a los sucesivos compartimientos, hasta que al fin parece haber encontrado el que le conviene: junto a la ventanilla, sentados uno frente al otro, dos hombres dormitan, y otros dos asientos permiten suponer que también están reservados.

El recién llegado se quita la trinchera, coloca su maleta sobre el asiento y se sitúa junto a uno de los pasajeros, cuyos ronquidos no cesan ni siquiera cuando un par de dedos van tanteando hacia su bolsillo. En cuanto ha encontrado lo que buscaba, el forastero cambia de lugar. No demasiado pronto, pues en ese mismo instante regresan al compartimiento otros dos hombres.

Unos breves saludos con la cabeza…, y cada cual vuelve a lo suyo.

Entonces, ocurre lo que tenía que ocurrir:

-Billetes, por favor –dice una voz amable.

Incluso los dos que dormitaban, súbitamente despiertos, atienden a la indicación, y cinco pares de manos buscan diligentes en los respectivos bolsillos.

El revisor ha taladrado ya cuatro billetes y se dirige al pasajero del asiento número 70, que hurga desconcertado en los bolsillos de su chaqueta:

-Por favor, búsquelo con calma. Más tarde volveré.

Y haciendo un movimiento de cabeza como para darle ánimos, abandona el compartimiento.

-¿No habrá guardado el billete en el abrigo? –sugiere el hombre de enfrente, que ocupa el asiento 71.

-Es imposible… Tenía el billete aquí, en el bolsillo de la americana.

-Tal vez no fuera así –conjetura el número 71, y el número 73 opina:

-Es muy fácil arrastrar un billete al sacar otra cosa cualquiera del bolsillo.

Una y otra vez, escudriña el hombre sus bolsillos, cada vez más nervioso.

-No puedo creerlo…, aquí, en éste, guardé el billete –y golpea perplejo el bolsillo derecho de su americana-. Caballeros, ¿no han notado ustedes algo especial?

-Lo siento, yo subí al tren hace poco, en Doorn –dice el número 73 encogiéndose de hombros, y el número 71 se apresura a poner en claro:

-Yo estuve durmiendo…, ¿y usted? –pregunta el número 68.

-Permanecí un rato en el coche restaurante… Pero, si o recuerdo mal, ¿no llevaba usted en Amsterdam un periódico en el bolsillo? ¿O estaré equivocado?

El aludido, en su asiento junto a la ventanilla, agita irritado la cabeza:

-Está usted equivocado. Jamás llevé un periódico en el bolsillo.

El individuo del asiento 69 levanta las cejas al preguntar con un leve tono de ironía:

-¿No se le ha ocurrido pensar que tal vez se le olvidó adquirir el billete?

Por un momento, parece que el número 70 vaya a abalanzarse sobre el que ha formulado la última observación. Sin embargo, lo piensa mejor y se limita a agitar con rabia la mano en el aire. Pasados otros cinco minutos, hunde resignado los hombros en su asiento y suspira:

-Se fue…, se ha esfumado… No tendré más remedio que pagar otro billete…

Esto mismo opina el revisor cuando, al poco tiempo, efectúa la segunda visita al compartimiento, tal como había prometido. Conteniendo su rabia sorda, el pasajero del asiento 70 satisface el importe requerido y cosecha, además del resguardo, las miradas un tanto desdeñosas de los demás viajeros… A alguno de ellos, empreo, hasta le cae simpático el pasajero sin billete. Sobre todo, por ser de los que se dejan atrapar…


Ahora bien, ¿qué asiento ocupaba el verdadero pasajero sin billete?